Su cuerpo estalló en mil partículas, tal vez más,
su cabello se erizó, comenzó a desintegrarse por el aire.
Su cerebro se expandió tanto que nada pudo contenerlo.
Su corazón latió tan fuerte que explotó en pedazos.
Su ser comenzó a desintegrarse,
mientras cada partícula de su cuerpo se alejaba, lentamente.
Todo se había transformado,
en aquel crudo instante.
Aquel instante ambiguo,
maldito y sagrado.
Maldita cruda verdad
Sagrado momento, el de la palabra.
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