Cuando hay tormenta, tengo miedo.
Cada vez que tengo miedo, me encierro y me acurruco,
como el bicho bolita en su caparazón.
Atravieso el portal, me hago sombra.
El tiempo se detiene y retrocede,
me expulsa a la capsula del olvido,
donde la memoria naufraga silenciosa sin poder anclar.
Cada vez que hay tormenta me atraviesa el instante
donde las palabras, cristalizadas y custodiadas por el miedo, se acurrucan y se esconden
por algún oscuro rincón.
Cada vez que tengo miedo, hay tormenta,
el cielo oscurece,
se paraliza mi cuerpo.
Vulnerable, inerme e indefensa, sin más herramientas;
el silencio se encarna en armadura.
Y en aquella diminuta expresión que me habita,
la mirada enmudecida, divaga perdida.
De mujer a bicho bola, de bicho bola a niña.
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